29 oct 2012

No te fíes del poeta, bonita.



Aquella noche, no recuerdo exactamente bien la fecha, el poeta se paró a no más de tres metros de distancia de una chica morena en la que ni siquiera reparó. Esa chica, estimados lectores, esa chica era yo.

Su oscuro pelo ensortijado, aquella mirada que dejaba asomar secretos escondidos y una sonrisa que, os aseguro, sería capaz de enamorar hasta al mismísimo Cupido.

La vida, caprichosa donde las haya, hizo que, un par de semanas después, le volviera a encontrar. Allí estábamos, el poeta, unos amigos y yo, compartiendo mesa, risas, juegos y cervezas - la sin alcohol para el poeta- mientras sus numerosos e incontables encantos empezaron a aflorar.

El poeta, mi poeta, tiene algo que le hace especial, algo que despierta la curiosidad de todo aquel que le rodea, chico o chica, da igual. Posee algo que engancha, que atrapa y de lo que yo no quería escapar.

Casi infinito fue el número de chicas, a las que ni siquiera conocía, que se acercaban a mí para advertirme sobre el poeta. "No te fíes del poeta" acertaban todas a decir. "El poeta promete el oro y el moro y luego, bonita, ni oro ni moro ni nada". Nunca he soportado que me llamen bonita, tal vez por aquello no las quise escuchar.

Sin embargo, una fría tarde de noviembre, al salir de la universidad, se sentó a mi lado en la parada del autobús, un hombre alto e increíblemente atractivo que rebosaba seguridad. Su mirada escrutadora me ponía nerviosa mientras intentaba sumergirme en las palabras de la canción que sonaba en mis oídos "te doy el mundo a largo plazo y, a corto, un trago de ron..." Podía sentir sus ojos clavados en mí hasta que, al fin, comenzó:

- Alicia, ¿verdad?

Me volví desconcertada y no pude más que asentir.

- Mira, querida, dicen que sabe más el diablo por viejo que por diablo así que escúchame bien. - Hizo una breve pausa, posó sus férreas pero cálidas manos en mi cara para dirigir mis ojos a los suyos y continuó- No te fíes del poeta, querida niña. No creas ni una sola de sus palabras.

¿Quién es este hombre? ¿Por qué se preocupa por mí? ¿Qué sabe él de mi poeta?

No quería seguir escuchándole, no si él también iba a hablarme mal del poeta, así que agarré mis libros y me levanté, anduve unos cuantos pasos, hasta lo que consideré una distancia prudencial, y eché la vista atrás fugazmente para comprobar, ante mi asombro, que ya no continuaba allí.

-Escúchame- insistió situado, esta vez, frente a mí, impidiéndome el paso y cualquier forma de huir.- No sucumbas a sus encantos, no confíes en sus promesas de amor. Recuerda que antes que hombre siempre será un poeta enamorado únicamente de la métrica, de la rima asonante y del amor.
- No sé quién eres - acerté a balbucear- ni qué quieres de mí  ni qué pretendes viniendo aquí a hablarme de él. Si es verdad que el poeta es tal cual lo pintan y me tengo que estrellar, lo haré yo sola porque quiero y, sobre todo, porque puedo. Tal vez duela o, quizás, tenga un bonito final. ¿Tan difícil es entender que quiero darle el beneficio de la duda y confiar?

Los ojos del extraño hombre me miraban consternados, incluso, parecía compadecerse de mí. Qué sería lo que sabía del poeta para venir hasta aquí.

-Cuando el poeta se vaya, porque se irá, te acordarás de mí y de que te advertí. No te fíes del poeta, querida niña, pues hace mucho que tiene su lugar ganado junto a mí. 

**************
Desconfié del mismísimo Lucifer... 
Caí rendida ante los encantos del poeta, mi poeta y el de muchas otras más. Me entregué a su juego por completo, decidí que aquello sería cosa de los dos.  Jugamos con fuego, con fuego del mismísimo infierno, mientras convertimos en pasiones escritas y versos desmedidos las noches que vivimos bajo las sábanas de la cama que una vez compartimos.

El poeta me prometió, una y mil veces, y no exagero, que se dejaría quererme y lo consiguió. Bajó la guardia, se quitó la armadura y se entregó a nuestro amor, a lo que creíamos amor. 
El poeta fue mío, un tiempo que no olvidaré jamás, pero mis miedos se tornaron realidad. Aquel poeta era incapaz de aceptar que había una persona en este mundo  que le importara más que sí mismo y se marchó. 

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Siguió rompiendo corazones, buscando y arrancando las más bellas flores de cada jardín, escribió poemas y encandiló a toda aquella joven que se le acercó. 
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Hace tiempo que el poeta no escribe, ¿será que se enamoró? 
No os fiéis de los poetas ni de sus rimas ni de su métrica perfecta 
o, al menos, no del que mi  tranquilidad perturbó.
Alice

2 comentarios:

  1. Te haré caso, no me fiaré.
    Me ha gustado lo leido. Sigue escribiendo así ^^
    Un saludo

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  2. Muchas gracias por tomarte la molestia
    de llegar hasta aquí y comentar.

    :)

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