Me acostumbré a tu sonrisa...

Susana llega a casa después de un largo día... Deja el bolso, cargado de papeles, en el mueble de la entrada y tira, además, la chaqueta y las llaves. Se quita esos tacones, incómodos donde los haya, y camina descalza hasta el baño, disfrutando del roce del frío suelo con su piel.

Se mira al espejo, hoy calcula que ha envejecido, como mínimo, tres años. Tiene la mirada triste, tan triste que hasta ella se ha dado cuenta, enmarcada, además, por unas importantes ojeras. Se quita la ropa para tomar una ducha mientras observa su cuerpo desnudo frente al espejo.

El agua caliente recorre su cuerpo de arriba a abajo, por lugares que muy pocos han llegado a divisar, a la vez que su piel va tomando un precioso color rojizo. Se queda allí, de pie, mirando ensimismada como el agua se va por el desagüe. Intenta creer que sus problemas también se marchan con el agua...

Cuando vuelve a mirarse mojada al espejo, se da cuenta que nunca había estado tan guapa. Se siente tranquila, aliviada y completamente relajada. Sus problemas se han ido y nunca jamás volverán.

Piensa que el chocolate es el sustituto del sexo por lo que antes de poner rumbo al sofá verde que tanto le gusta, hará una pequeña parada.

Barrita de chocolate en mano, enciende el televisor pero no hay nada que le convenza.. Sin querer empieza a repasar su día, intentando comprender que es lo que ha ocurrido.
Los acontencimientos se agolpan en su cabeza y no saca nada en claro...

Su teléfono suena. Es él. Dice que quiere verla en media hora... le dice que sí y cuelga.
¿Ahora qué? Hace ya tiempo que no le veía, por su propia salud mental, como dicen sus amigas...


Tiene media hora hasta que llegue...
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Susana deja el teléfono sobre el sofá... ¿Realmente ha hecho bien en aceptar? ¿De verdad quiere volver a verle? ¿Está totalmente desenganchada de él?
Sabe que ha metido la pata. Aquella historia tuvo su punto y final hace tiempo y, ahora, es ella la que ha decidido continuar... ¿por qué? ¿le merece la pena?

Han pasado cinco minutos. "Sólo quedan 25", piensa bastante agobiada. Necesita consejo, este es uno de esos momentos en los que le encantaría vivir con su mejor amiga pero no es posible (eso es otra historia). Decide llamarla, necesita oir lo que tenga que decirle...
-He quedado, dentro de 20 minutos, con él.
-¿Pero tú eres idiota o qué mierda es lo que te pasa?- le increpa su amiga completamente enfadada.- Sabes que ese tío no es para ti, que sólo te hace daño y, mira, ahí sigues, como una tonta...
-Ya lo se- suspira Susana, pese a todo sabe que tiene razón.
-Cariño, él es un cabrón. Lo sabes, ¿no?
-Lo se, pero es mi cabrón...Voy a verle. La última vez. Lo prometo...
-Haz lo que quieras, pero luego no me vengas llorando- esputó su amiga y colgó sin tiempo para que Susana pudiera contestar.

"Quedan 15 minutos y todavía estoy en pijama". Susana empieza a buscar en su armario algo de ropa pero no le convence nada...Esa camiseta tiene demasiado escote, la otra le hace parecer gorda o, simplemente, está tan nerviosa que es incapaz de tomar una decisión tan sencilla.
Un vaquero y una camiseta ancha, de esas que tenemos todas las chicas para andar por casa... No quiere que él se piense que se ha puesto guapa para verle. Recoge un poco la casa, por si acaso, y baja a la puerta, a esperarle.

Llega puntual, como siempre. La saluda desde el coche y la invita a subir.
¿Por qué necesitaba verla? ¿Por qué después de tanto tiempo? ¿Por qué, pese a todo, estaba sentada a su lado? ¿Por qué él sigue siendo tan importante? ¿Por qué el simple hecho de tenerlo cerca le seguía poniendo nerviosa?



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Susana sube al coche, cierra la puerta y se pone el cinturón... Es incapaz de mirarle.
- Si hubiera hecho una apuesta con alguien habría ganado- le dijo él sonriendo.
-¿Perdón?- preguntó la chica con cara confusa.
-Pues eso, que si hubiera apostado con alguien si me darías dos besos o no, habría ganado...
-¿Habrías apostado que no?- preguntó esbozando una leve sonrisa que la delataba por completo. Si que la conocía bien... Tal vez mejor de lo que ella pensaba.
-Por supuesto que habría dicho que no y ahora sería un poco más rico...

A Susana nunca le habían molestado, en exceso, los silencios si eran con él pero esta vez, el camino hasta el lugar que la llevaba le pareció interminable. Llegaron a las afueras de la ciudad, donde no había ruido de coches, ni niños gritando, ni miradas indiscretas ni nada... Por no haber, no había ni donde sentarse. Se veían las estrellas perfectamente... Él sabía que Susana le encantaban y quería regalarle ese momento.

Desde que se conocían, se habían entendido bien pero, visto lo visto, no lo suficiente. Él le tenía cariño a Susana o, al menos, eso era lo que ella le contaba a sus amigas y Susana no tenía del todo claro que sentía por él.
Bajo la luz de la luna se dedicó a observarlo con detenimiento. "Pensándolo bien, tampoco es que sea tan guapo. A saber qué será lo que vi en él..."
-Tierra llamando a Susana...
-Perdón- susurró la chica avergonzada.
-¿En qué pensabas?- preguntó mostrando verdadero interés.
-En nada...
-Cuando una chica dice nada es todo así que, cuéntame. Te compro ese pensamiento.
-Nunca podrías comprarlo y, cuando digo nunca, es nunca.
-¿Qué te parece un beso?
-¿y quién te ha dicho a ti que yo quiera un beso tuyo?
-No se, pero tenía que intentarlo. Me apetece mucho besarte.

Él cogió la cara de Susana entre sus manos, con muchísima dulzura, y la besó en la mejilla. Ella se estremeció, un escalofrío la recorrió de arriba a abajo... "Ya se que es lo que vi en él..."
Se había hecho tarde y tenían que marcharse. Poner rumbo a la ruidosa ciudad e intentar descansar para el día que se acercaba.

Al dejarla en casa, una vez fuera del coche, Susana se volvió para preguntarle por qué le había dicho que necesitaba verla... Por más que lo intentaba la chica era incapaz de entenderlo.

-Necesitaba saber que estás bien, simplemente.

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Mientras espera el ascensor para subir a casa, Susana no puede dejar de repetir mentalmente aquellas palabras… “Necesitaba saber que estás bien…” pero, ¿realmente estaba bien? A estas alturas de la película ni ella lo sabe.
Decide acostarse, es demasiado tarde y el día siguiente se presenta duro en el trabajo.  La empresa en la que trabaja no está pasando por su mejor momento así que muchos días tocaba, entre otras cosas, estar allí hasta las mil y tantas entre broncas y malos rollos con algunos compañeros.
Miles de pensamientos rondan su cabeza… El primer día que le vio, su sonrisa enigmática y, a la vez, tan encantadora, su pelo, la forma en la que la miraba, aquel primer beso… Aquel primer beso que recuerda como si fuera ayer. Recuerda como le puso la mano en la espalda, como le dijo que quería besarla y no separarse de ella nunca más… Recuerda el cosquilleó que la recorrió de arriba abajo, las ganas de gritar al mundo que Él estaba allí, que la hacía sentir especial.
Él, sin quererlo, se convirtió en alguien especial, en alguien muy especial.  Poquito a poco se ganó un trocito de su corazón pero aquella historia acabó. Decidieron perderse de vista , intentar olvidarse el uno del otro y no seguir pasándolo mal…Los momentos buenos eran increíblemente buenos, inmejorables creía Susana, pero los malos, los malos hacían que los demás dejarán de contar. Llegó un momento en el que pesaba más en la balanza todo lo malo y eso, según Él, era señal de que ya estaba todo hecho.
 Al verlo esta noche, Susana  comprende que  ya no siente  nada especial por é. Le tiene cariño, por supuesto, había sido importante en su vida, pero no lo quería de otra manera, ya no sentía el deseo de verle, de estar con él, de un abrazo…
Entre recuerdos de tantos momentos vividos juntos, Susana consigue dormir…
Se  levanta aturdida, tan cansada como cuando se acostó o, incluso, algo más. El día se presenta complicado… Una ducha para espabilarse, un buen desayuno, como los que le preparaba su madre cuando vivía en casa, y a salir corriendo, como siempre, porque llega con el tiempo justo. Por suerte, por la tarde no trabaja así que cuando saliera se marcha, al pueblo de al lado, donde había quedado con su mejor amiga, Lucía, para comer. Necesita una charla de chica a chica y no hay nadie mejor que ella para entenderla, lo de comer, no es más que una excusa.







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