¿Quién querría ser una sosa al cuidado de
siete enanitos (mineros y cantarines) pudiendo tener el tipazo de su madrastra
gótica?
¿Serías obediente y llegarías a casa antes
de las doce?
¿Te gustaría perder los taconazos en una
carrera de lo menos elegante en pos de alcanzar la calabaza tuneada del clan de
las ratas?
¿Elegiría alguna mujer morirse de miedo en
el bosque, encima cargada con la compra (¡vaya cuadro!), pudiendo aullar entre
las garras de un lobo? (En esta fantasía ha tenido mucho que ver la encarnación
de Lobezno, o sea, Hugh Jackman).
¿Aguantarías a un
pesado-eterno-adolescente que siempre está pegando brincos y no se puede
separar de esa amiga —que tú sospechas más que amiga— llamada Campanilla? (¿Lo
de campanilla será un cariñito o un nombre de guerra en plena práctica de sexo
oral?)
¿Sabes lo mal que podrías quedar si te
pasas durmiendo cien años rodeada de todos los de tu pueblo? (Imagina tu
probable halitosis al despertar de un primer beso. Lamentable).
Realmente ¿lograríamos entender ahora el sacrificio de una mujer mitad pez mitad Miss Benidorm por no herir al hombre que acaba de rechazarla y casarse con otra?
Ya está bien de historias
malintencionadas.
¡Qué jeta tenían los Grimm, Andersen y Perrault! ¡Cuentistas,
más que cuentistas!
Aunque en un momento de debilidad
intentáramos hacer el ejercicio compasivo de adaptar el cuento a nuestro
tiempo, no funcionaría. No saldrían ni el cuento ni las cuentas.
Te pongas como te pongas, los coches
blancos son una horterada y un rubio vestido de azul celeste de arriba abajo
también. Córtate las trenzas, tira la banda de miss al mar, regala manzanas
para dormir a la competencia, fúgate con el lobo y date un baño de espuma con
él.
Recuerda: mientras las princesas duermen, las brujas vuelan.
Tú decides si seguir soñando con príncipes
encantados y amores de película…
Eres tú quien tiene que aceptar, que ya va
siendo hora, que ni el príncipe azul existe, ni tu hada madrina va a aparecer
un día para traerte un vestido de infarto, ni si pierdes un zapato va a tocar
un señor increíble a tu puerta para entregártelo…
Que así nos va, chicas. Que buscamos lo que no existe y por eso no hay
manera…
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Decido no extrañarte,vestirme y levantarme.
Quiero escaparme de tu sombra
¿Por qué si no te quiero ver regresas a mi mente sin aviso y no puedo correr?
ya no quedan príncipes con los que soñar.
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