Al final van a tener razón aquellas palabras…
“Todo empieza y todo sigue pero nunca olvides que todo acabar por tener un final”.
Sí, todo acaba. Especialmente cuando buscas un corazón de cuerpo entero y, sin embargo, no encuentras más que amantes de entretiempo, de esos que prometen amor eterno durante unos meses, de esos que se van huyendo como hacen los pájaros en invierno…
Quizá no eres tú quién no tiene las ideas claras… Piensa que es él quien ha decidido escapar buscando una bonita excusa que no entiendo por qué a ti te cuesta tanto creer.
No te cansas de repetir que hay algo dentro de esta historia que te falta por saber para que todas las piezas encajen perfectamente. Sigues empeñada en comprender algo que no tiene mayor complicación…
Y a pesar de todo sigues teniendo esperanza. Esperas darte cuenta de que no te conviene, de que sois tan diferentes como la noche y el día… Lo peor de todo es que sabes la realidad en la que vives pero, por motivos que escapan a tu control, eres incapaz de romper con todo para intentar ser feliz.
Vale, sí, ahora eres feliz o, al menos, eso es lo que dices a todo el mundo aunque yo creo que no es así.
Tus ojos dicen todo lo contrario: expresan tristeza y, sobre todo, resignación. Resignación porque, en el fondo, sabes que no eres feliz y que, a su lado, por más que te empeñes, nunca lo serás. Porque sabes que él no va a poder darte todo lo que tú necesitas pero, a pesar de todo, sigues ahí, intentando conformarte con lo poquito que te ofrece.
Y te acuerdas, entonces, de aquel chico que conociste hace unas semanas cuando saliste sola con nosotras… Recuerdas como te miraba, como su mano en tu espalda consiguió ponerte nerviosa… Recuerdas como cuando llegó el momento de irnos a casa, tú no querías…
Por favor, intenta ser feliz…Seguro que es mucho más fácil de lo que crees.